La llegada del otoño ha traido también la llegada de un topo, o una manada de ellos, vista la cantidad de trabajo que desarrollan. Lo cierto es que sea nuno o varios, están dejando mi jardín como un colador. La parte buena es que, por lo menos de momento, a la huerta no la han atacado. En estos años de experinecia con la huerta nunca había tenido problemas con ellos, salvo algún que otro ataque esporádico y que desparecía al cabo de un par de días. Esta vez ha sido distinto y llevan trabajando a buen ritmo unas cuantas semanas.
Como no quiero usar ningún producto químico para erradicarlos, he aprovechado para poner en práctica un remedio casero que alguien me contó hace unos meses. Parece ser que los topos son hemofílicos, por lo que cualquier herida , por pequeña que sea pueda, puede causarle la muerte. Por esta razón uno de los remedios que se vienen usando es colocar pedazos de cristales rotos en el agujero de la madriguera para producirle heridas en caso de que vuelva a pasar por allí. El inconveniente de este remedio es que los topos pueden desaparecer, pero al final te queda el terreno lleno de cristales, por eso me gustó este remedio, que consiste en sustituir los cristales, por ramas de rosal que con sus espinas producirían las heridas en el topo y que pasado el tiempo se pudriran (las ramas) y pasarán a formar parte de la propia tierra. Estos son los pasos que seguí:
1º Corté una rama de rosal.
2º La introduje lo máximo posible por el agujero de la madriguera del topo.
3º Apreté la rama con la tierra de la propia madriguera y aparté el resto de la tierra, cortando la rama a ras del suelo.